domingo, 18 de septiembre de 2011

Quinta Práctica




Unos días después de la última práctica de Libro Sainete y Cañón, Marialcira Matute nos llamó para que hiciéramos una quinta práctica en su programa La Pequeña Librería Mediática, como parte de la Escuela Gratuita de Jóvenes Comunicadores de La Librería Mediática. Nosotros en familia escogimos el tema de las migraciones, que es muy importante porque la música cañonera surge como producto de las migraciones internas y externas.

Miguel Otero Silva
Pensamos en buscar recursos para el programa, y nos acordamos de un personaje músico de la novela Casas Muertas de Miguel Otero Silva, el señor Cartaya. Éste era un flautista de la banda de Ortiz, la ciudad que estaba desapareciendo por las enfermedades y las migraciones. En el fragmento que leímos en el programa se expresa humor, amistad, felicidad, tristezas y sentimientos del señor Cartaya.



Fragmento de CASAS MUERTAS
tomado del capítulo 2 LA ROSA DE LOS LLANOS
(Miguel Otero Silva) 
Iker: A Carmen Rosa le placía particularmente la charla del señor Cartaya porque ninguno como él evocaba el fausto de otros tiempos. Había sido también músico de la banda, porque el Ortiz remoto tuvo banda y el señor Cartaya tocaba entonces la flauta bajo los robles de la plaza, como también la tocaba en la orquesta que regía los grandes bailes, y la hacía llorar en la procesión de la Dolorosa o estallar de pasodobles en las tardes de toros coleados.

Liber: A la casa del señor Cartaya se le había caído la mitad, no obstante haber sido en su origen una sólida construcción española de dos pisos, vigas de dura fibra, calicanto y ladrillos bien cocidos. Ahora lucía como seccionada por el mandoble de un gigante, como esas casas belgas partidas por los cañones alemanes que Carmen Rosa había visto en las postales aliadas de 1917. No es que fuera la casa de Cartaya porque éste la hubiera comprado o heredado, sino que pasó a ocuparla graciosamente cuando sus dueños la abandonaron y empezaron a poblarla los lagartijos y a espinarla los ñaragatos.

Iker: En aquella casa había tocado la flauta con toda el alma juvenil aventada en las notas del vals, confundido en la orquesta, mientras Isabel Teresa, rubia e hija de godos, educada en Caracas por monjas francesas, apenas se enteró de la existencia de un músico liberal y masón que casi desfallecía mientras tocaba la flauta y la miraba.

Liber: Al poco tiempo se casó con el general Pulido y se marchó para siempre de Ortiz. Pero al pobre Cartaya le quedó aquel recuerdo: el de una sonrisa que le concedió Isabel Teresa, el de una mirada de los insólitos ojos verdes de Isabel Teresa, punzándole el corazón con la saña del ñaragato. Por eso ocupó la casa cuando ya nadie quiso habitarla, la limpió de sabandijas y de plantas salvajes y decidió esperar en ella la muerte, solterón y solo, adivinando su Renan con ojos ya cansinos. Hasta que llegó Carmen Rosa a preguntarle por los tiempos viejos.

Iker: -Ésta era la capital de Guárico, niña. La ciudad más poblada y más linda del Guárico, la rosa de los Llanos.

Liber: El combate entre los masones y el cura paraba en un armisticio todos los años, el 30 de agosto, día de Santa Rosa. Ese día el señor Cartaya olvidaba su grado 33 para tocar la flauta montado en el alto coro de la iglesia, mezclando sus notas afiladas con las del bronco corazón del órgano y con la voz de barítono napolitano del padre Franceschini.

Iker: Apenas concluida la misa, ya estaban allí los triquitraques y los buscapiés, culebrillas rojas serpeando entre los zaguanes, asustando a las beatas con su chisporreteo, enredándose entre las piernas de "La Burriquita".

Liber: Y al promediar la tarde, cuando Santa Rosa surgía linda y juvenil por el ancho portal de la iglesia, resonaba el trueno gordo de los voladores que ascendían desde Las Topias, Banco Arriba y El Polvero.

Iker: -Eran barrios del viejo Ortiz, niña. No intentes buscarlos ahora porque ni las ruinas quedan. Ahí mismito, tres cuadras más allá de la carretera, donde ahora no se ve sino paja seca y no se oye sino la escapada de las iguanas, se levantaban las casas de Las Topias, Banco Arriba y El Polvero, cuando Ortiz era ciudad...


Rafael Guinand
Buscamos algún sainete que también tuviera que ver con el tema de las migraciones, en eso llamamos a nuestro abuelo Pipa y nos recomendó a Perucho Longa de Rafael Guinand, el personaje inmigrante de Villa de Cura que nos cuenta sus experiencias en Caracas. Este sainete aparece en el libro Sainetes Venezolanos selección de Alba Lía Barrios, y también lo pueden escuchar y leer aquí en nuestro blog.

PERUCHO LONGA
(Rafael Guinand)

Perucho: ¡Mira!, ¡Mira, piazo ´e fresco! Sí, tú, tú… ´Tás muy viejo pa´ la gracia, ¿Sabes? ¡Caray, que entre estos caraqueños es que hay hombres sinvergüenzas! Y el viejo este que hasta nietos tendrá ya, poniéndome sobrenombres. ¡Pero el peñonazo que le zumbé, si lo cojo lo estapono!... (Transición) ¡Gua, Gregoria, dame un abrazo muchacha! ¡Qué gorda estás!

Gregoria: ¡Ay, Perucho, condenao! ¿Cuándo viniste mi negro?

Perucho: Me faltan dos días para un mes. ¡Ay, pero me ha pesado, mijita!

Gregoria: ¡Adiós peroles! ¿Y por qué?

Perucho: Porque yo no me hallo aquí en caracas. La gente no me hace sangre.

Gregoria: ¡Guá, niño! Y eso ¿por qué?

Perucho: ¡Qué sé yo, chica! Pero me parecen falsos, chismosos y embusteros.

Gregoria: ¡No hombre, no digas eso, que aquí hay mucha gente buena!

Perucho: Uhm, será pa´ ti mijita, que has encontrado tu acomodo. Yo, desde que llegué a esta maldita Caracas vivo como un querre querre.

Gregoria: ¿Y por qué? Estarás enfermo. Yo te veo muy barrigón.

Perucho: ¡No, niña, que enfermo voy a estar yo! Que yo soy un hombre serio, Gregoria, y aquí todo es una chercha, una mamadera de gallo.

Gregoria: ¿Y qué, se han metido contigo?

Perucho: ¡Jesús, chica, cada ratico! y no solo de palabra. Suponte que los muchachos se han atrevido en la calle a tocarme… ¡Hasta el sombrero!

Gregoria: ¿Y quién va hacerle caso a muchacho?

Perucho: ¡Adiós, si la gente grande está lo mismo! Mira: La otra tarde fui y saludé a un señor de respeto en la esquina de los isleños, y no me contestó; pero apenas había andado yo como un cuarto de cuadra, chica, cuando me pega ese leco: Quique “Adiós, Cabeza e’ ñaure!”

Gregoria: ¡Ja, ja, ja, ja! Eso sería por cariño.

Perucho: ¿Cariño? ¿De cuándo a dónde?

Gregoria: ¡Quién sabe! Será algún señor que te conoce de atrás. Es decir, desde hace tiempo.

Perucho: ¡Uhm, Barajo! Tú me conoces y sabes que amigos tengo muy pocos.

Gregoria: ¿Bueno, y qué? ¿No te has concertado?

Perucho: ¡Cómo no!, casi al llegar me concerté; me concerté en casa de las Morgallete. Pero me fui a los tres días.

Gregoria: ¿Y por qué, ah?

Perucho: Porque no me gustó el modo de ser de aquella gente, mijita: la casa una guachafita; a la vieja le faltaba tiempo para estarse viendo en el espejo pintándose las ojeras y echándose colorete; las muchachas muy zafadas, viviendo siempre en la calle; por la mañana en las tiendas, de tarde en las vespertinas y de noche con los novios. Y el viejo, ¡ay mijita!, un señor llamado don Plácido, que me resultó un marrajo.

Gregoria: ¿De veras?

Perucho: Como lo oyes, Gregoria. Además, que uno se contrata, chica, para una sola cosa, y después quieren que lo haga todo.

Gregoria: Ah, sí es verdad.

Perucho: Guá, un día me dijo don Plácido que le diera una fricción.

Gregoria: ¿Y se la diste?

Perucho: No, niña, si era una fricción en la cabeza, para la caspa y que después se la peinara.

Gregoria: ¿Y se la diste, ah?

Perucho: ¡No hombre, te digo que no! ¡Qué voy a darle yo fricción! Le formé un seis por ocho. Le dije que era muy fresco, que habilidad debía tener para decirles a las hijas que no se pusieran esos descotes tan bajos, que iban siempre por la calle emborrachando a los hombres.
Gregoria: ¡Muy bien hecho!

Percuho: ¡Mijita!... Me citó a la jefatura.

Gregoria: ¿Y qué te hicieron, ah?

Perucho: A mí, nada; me preguntaron de dónde era; les dije de Villa de Cura. Después me preguntaron mi nombre, y al decirles Pedro Longa, la gran mamadera de gallo.

Gregoria: ¡Guá!, ¿Y por qué?

Perucho: Porque dijeron, chica, que y que Longa y que no era apellido, sino una abreviatura de longaniza.

Gregoria: Ja, ja, ja, ja, ja, ja……

A continuación puedes disfrutar del audio de Perucho Longa.




Agregamos temas musicales de distintas regiones del país en estilo cañonero. Pues como el nacimiento de la música cañonera tiene relación con las migraciones, debido a que en parte se trataba de que la gente que emigraba del interior del país hacia Caracas y las grandes ciudades quería mantener viva la música de sus regiones, ésta se pasaba a interpretar con los instrumentos y músicos que se tuviera a disposición. De esta manera se generó un nuevo sonido, que junto a letras jocosas y sonidos urbanos dieron origen a la música cañonera.

La música ese día fue:

  1. Golpe Tocuyano por Los Antaños del Stadium
  2. Brisas del Torbes, vals de Luis Felipe Ramón y Rivera, intereptado por La Banda La Sagrada de la Venezuela de Antier
  3. Quirpa, joropo del folklore venezolano, en grabación del grupo Los Cañoneros
  4. Barlovento, merengue caraqueño de Eduardo Serrano, en versión de Los Antaños del Stadium
Este programa fue grabado el 12 de julio de 2011 en los estudios de Radio Nacional de Venezuela.

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